domingo, 30 de octubre de 2011

¿Qué extraño hilo...?

¿Qué extraño hilo nos mueve la mano para retar al destino con pensamientos de imágenes pasadas que no debieron de ser verdad? Una y otra vez invoco a la memoria, y me devuelve palabras de aromas que voy barnizando en sepia para creérmelas. Y me las creo. Me las creo para intuir un mundo que fuera mejor en la perfecta ignorancia que lo envolvía. El mundo de las escasas lecturas que desconocían la palabra literatura, que era diáfano y posible. El mundo en que yo todavía no tenía adjetivos ni valoraciones ni porcentajes ni nada más allá que un presente simple, trazado con algunas palabras y acotado con la dulzura de gestos conocidos.
Cuando lo dejé atrás, estaba seguro de que permanecería ahí, sólido e inalterable hasta mi regreso. Que me esperaría para acogerme y devolverme el esplendor de la edad presuntuosa. No regresé, pero comencé a invocarlo con palabras sabias y elegantes que aparecían en libros notables. Y ya nunca lo encontré. Se perdió bajo el montón de sílabas y silabeos, tras las revueltas de mis miradas adultas. Aprendí tanto que ya no comprendí nada. Ahora ando retando al destino movido por un hilo del pasado que nunca volverá a ser verdad. Un hilo que también se romperá.

lunes, 24 de octubre de 2011

Otoño

En Platadilla el nogal se ha dado cuenta al fin de que es otoño. Ha dejado caer con desgana unas hojas y ha señalado el lugar donde yacerá la luz de noviembre. Después, con un gemido, interminable ha movido las ramas más altas al lento compás de un vals interminable. Ha soltado las primeras nueces. La tarde vuelve a ser roja y lenta entre las zarzas que acechan la carretera.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿Y si me equivoqué?

¿Y si me equivoqué? Si cuando te declaré mi amor, mi pasión mayúscula, sólo me precipité y con ello te impedí encontrar el tuyo, el verdadero, ese que llaman eterno, verdadero, ¿cómo podré deshacer el error? Y qué, si lo que te propuse no era una pasión sino la impaciencia ante el fin de un plazo, de un plazo impuesto por la fuerza de la costumbre general y ajena. Y qué, si te estafé la risa del placer, el abandono de la felicidad total, la médula de tu vida, a cambio de un sucedáneo de vida en pareja. Eso sí, un sucedáneo debidamente equipado de facturas, mocos, zozobras, privaciones e inseguridades que no figuraban en ningún catálogo amoroso. Entonces, qué.
¿Lo solucionaré con palabras de disculpa a destiempo? ¿Qué valdrá tanto que pague los verdaderos besos perdidos? ¿y los no verdaderos compartidos? ¿Habrá sacrificio más inútil e irreversible que el de tratar las ilusiones adolescentes quebradas? ¿o lo solucionaré desapareciendo simplemente? ¿simplemente otorgándole esa imposible nueva oporunidad?

martes, 11 de octubre de 2011

CONFLICTO, CONFLICTO!!

Se veía venir. Mejor dicho, me dijeron que se veía venir, aunque yo no me di cuenta hasta que ayer, intempestivamente fui requerido por César Valle y otro bloguero, denominado El Propio, para que manifestara públicamente que les había usurpado amigos y conocidos, y hasta experiencias que transcribía como propias. Y añadieron un largo etcétera de improperios y un reto a demostrar claramente de quién son los amigos, las identidades y los conocimientos.
Lo que hago saber porque es probable que en algún momento veáis vuestro nombre escrito en este blog, para demostrar que vuestra amistad me avala frente a estos individuos. De no querer figurar con nombres, apellidos y señas particulares, privadas y controvertidas, hacédmelo saber y comprenderé vuestra actitud. es razonable y por tanto no os volveré a dirigir la palabra.
Comprendedme, esta es una cuestión de honor, algo tan tremendo como si alguna vez me hubieran pillando negociando en una gasolinera o pagando putas de lujo con una visa oro a cargo de vuestros desvelos: Luis, Graciela, Leo, Fidel, Adrián, Paco, Jesús, Ángel, Palomero, Adolfo, Juan, Mateo, Hel, Javier, Emí, Toño, Alex, Miguel, José, Lane...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Este tunante poeta maestro humanista, Luis Miguel Rabanal, alivio de tostones!

Seguramente no tengo derecho a llamar amigo a ningún poeta, atendiendo al buen nombre de la palabra y a la reputación de los poetas, que en contacto conmigo se degradarían ambas al momento. Seguramente no tengo derecho ni a acercarme a la poesía para no enturbiarla con mis silabeos, con mis gustos, con mi entendimiento. Seguramente. Pero desde hace tiempo me empeño en acercarme a las orillas de los libros de Luis Miguel Rabanal por ver si soy uno de los afortunados a los que sus palabras tocan y curan, de males que no pienso repetir aquí. Me acerco y le llamo maestro, porque en mi ignorancia creo que lo es. Maestro que me lleva por la extraña simetría de sus versos, que me abandona en la infeliz geografía de su Olleir huérfano, que me orienta en la dureza de la insistencia humana en pasiones o en pasajes.
Este poeta es un tunante que cuando me tiene más embobado sacándose rebeliones de la nada y haciéndose melindres con la ira, se gira bruscamente y palabra a palabra construye otro libro para que no me quede más remedio que peregrinar hasta otra nueva orilla. Y entonces me pide parecer, él, el que nunca juzga, me pide parecer sobre versos y renglones para los que no estoy preparado y que nunca llego a comprender. Así que repito enfervorecido sus palabras en público y corro a conjurarme en privado con otros de mi calaña, y lo invocamos en una esquina filosa para que el invierno castigue su nombre con inclemencias sin cuento que le hagan volver miradas de misericordia a los que buscamos su aliento mecánico en tardes de tedio provincial.
Este tunante poeta maestro humanista, Luis Miguel Rabanal, alivio de tostones me descubre un mundo que nunca tuve, me entrega realidades que no poseo y me guía desde el rumor electrónico por empeños que me ofrece tanto como me niega.
Sabed que sólo él posee horas propias en los dominios nocturnos del tiempo, dominios que no puede reconocer abiertamente salvo que quiera perderlos. Sabed que en esas horas nos piensa en nuestra correcta dimensión y se apiada de nuestra presencia inútil e impertinente y nos abre la puerta de su república para que nos acojamos a sembrado y creamos propios los poemas que él nos piensa.
¿Dije ya que consiente en ser llamado amigo?