sábado, 31 de diciembre de 2011

VENCE EL PLAZO

Empieza a anochecer y el hombre que trae el año nuevo no ha llegado. Por fortuna, la noche es clara a pesar de esas nubes sucias que andan presagiando nieve. Pero no nevará. Un viento helador retiene los copos en sus huecos de cristal y duerme el humo de las chimeneas más rezagadas.
El camino sigue vacío, el plazo vence y no hay señal del hombre que ha de traer el año.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Maestra en La Hubiera

Al amanecer ya anda la Maestra hurgando entre los musgos y líquenes de las peñas que rodean Platadilla. Llegó de madrugada, con sigilo, cuando toda La Hubiera reposaba silenciosamente en el centro de la primera niebla de invierno.
Camina pausadamente entre los filos de las rocas. De pronto, se detiene mira con detenimiento una pequeña formación mineral, la roza, la golpea y se queda un momento en suspenso. Cuando se incorpora, parece más alta que antes. Lleva entre las manos unas lajas y un puñado de tierra. Entonces sonríe, inclina la cabeza, se balancea y comienza a bailar rítmica, enérgicamente. Solo ella atiende la danza del planeta. Un tango. Y baila, y baila.
Entre los humos que despiertan el pueblo se oyen los ladridos de los careas que ya apuran la vida en los corrales. Despiertan algunas voces, muchas toses y un creciente batir de puertas y ventanas.
La Maestra alza la mano y dibuja, exacta, la silueta de la sierra blanqueante que se asoma tras las cortinas de niebla. A sus espaldas alguien pregunta ¿Eres tú, Maestra? ¿Cuándo llegaste?

domingo, 18 de diciembre de 2011

LA HUBIERA

La Hubiera es la casa que de huéspedes de Platadilla. Nunca se construyó, pero sería magnífica su ubicación allí si la hubiera. Por eso se llama así. Estos días anda en revuelta constante. Un trasiego incesante de apremios para disponer las alcobas y las salas que han de acoger a los invitados que llegarán en san Esteban.
En el ir, las cofias abrillantan los cristales de la galería que miran al pinarillo de Vaciamorales. En el venir, las cofias secan y disponen la loza en los vasares y las cuberterías de alpaca, recién lustradas, sobre los lienzos espesos. Toda la mansión templa piedras y caldea ambientes, del vestíbulo a los desvanes, de la biblioteca al cenador de deshoras.
Se han encendido los faroles del caminillo de la carretera y el guarda tras la cancela espera la llegada de los cocheros que salieron hace varios amaneceres con sus galeras y coches de punto urgente. En la carretera no suenan hierros ni pezuñas ni juramentos ni voces. La loma está despejada. Las nieblas duermen en lo profundo de los arroyos.
La Hubiera se enciende sobre el pardo del anochecer. Faltan pocos días.

sábado, 10 de diciembre de 2011

DICKENS EN PLATADILLA.

Desde la pared noroeste de Platadilla no se ve el margen izquierdo del Támesis los días de niebla intensa. Don Carlos pasea arriba y abajo a lo largo de la línea de piedras; abajo y arriba, y vuelta a empezar. Se detiene junto al portillo y husmea desde allí el olor de betunes que sube desde el río podrido. Entonces anota algo sobre una losa, con una caligrafía lenta y persistente. Firma Dickens, siempre, pero se abstiene de rubricar el apellido. Alza otra vez la barbilla, reta la cumbre azuleante del Teleno y el viento que le descoloca las ondas del cabello, cuidadosamente asentadas, le arranca unas lagrimillas insípidas. Asienta los pulgares en los segundos bolsillos del chaleco y vuelve a pasear junto a la pared dictando a la hierbaloca la sentencia del mundo:
"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al..."

Cada enero el señor Dickens, don Carlos, regresa a Platadilla para recoger las letras que quedó a deber a Peggoty, para resembrar el silencio que hurtó a sus editores.

viernes, 2 de diciembre de 2011

PLATADILLA

Platadilla linda por tres cuartos del oeste con la bisectriz que baja las friuras de la montaña azul; por el sur, con la vista del montecito que cuida el vertedero; casi limita por el este con las agujas de la catedral rosa, más arriba de la primera carballeda.
Platadilla tiene tres clases de hierbas no comestibles para ninguna especie, una larga murallita de piedras desiguales que a cada rato bajan a buscar las zarzas y un árbol que creció, contra toda probablilidad, en el único sitio que no se le esperaba.
Platadilla no es un praderío, ni un predio, ni una cota, ni un pago. Es el país donde siguen ocurriendo las invasiones agraces de los dientes de leche y de la escarlatina. Es la tierra prometida adonde llegan casi nunca tantos éxitos imprevistos.
Yo soy de allí, estoy allí, habito allí y ya no he vuelto a vigilarla desde las almenas septentrionales. No os espero.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El Cimbre

La cuesta del Cimbre se escurre mansa, silenciosa hasta los salgueros del río. A su derecha, siete fincas en barbecho; a su izquierda, restos de dos viñas que escardan un par de cuervos viudos, y ya cerca del río restos del castillo de la vieja noria. Enseguida el puente, y las paleras, y el cauce de piedras que está a punto de visitar el río.
Por el otro lado, la cuesta del Cimbre casi no se llama así y desciende en un zizagueo retozón hacia la promesa de trigales en sueño que acunan la entrada de Morales. El día se está enfriando en el color de las cinco de la tarde y ya no quedan ruidos que llamen a los pájaros o consuman a las ovejas en la loma. El galforro no ha salido hoy a volar.

NI FALTA QUE OS HACE

Ya sé, ya sé. Nunca debí dejar el pueblo. En realidad, nunca debí dejar los campos, los surcos, los adiles y las cuestas. Lo mío -siempre lo he sabido- son las solaneras y los embriegos, el andar delante a las cancinas y las parideras, y el andar detrás a las rabonas y las colirrojas. Un día leí un libro y ya me engañé para siempre. Bajé la vista y se me pintó que andaba en las llanuras del Pérgamo de grandes puertas, otra vez entre los calafates y las viejas fábricas de brea del londres de molde. En realidad, lo único que siempre he sabido leer medianamente es la llamada del invierno en las zarzas del vago raso, o la marcha de las mieses en el baile de los grillos viejos. Ahora sé que pagué aquel dinero para olvidar las palabras que me servían de algo, para cambiarlas por estas que parecen mías pero son de otros a los que no entiendo, a los que no aprecio.
No volveré al pueblo. Volveré solo a la solanera del cruce, y levantaré la pared del corral viejo. Allí me encontraréis. No. No me encontraréis. Ya no me dejaré encontrar. No estaré para nadie. Ni falta que os hace.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Luis Miguel me ha dedicado este poema y me ha dejado sin palabras.

Poema para leer en voz muy baja

.

Para Félix Fernández López

El desamparo era un mastín que ladraba
siempre a las tres de la tarde.
No sabía aún el viajero
de la tenacidad de ciertas ortigas
que pudren las manos después del amor.
Los faroles hablan de un tiempo
que ocurrió sin más intervalo,
de escobas ardiendo en Montecorral
como un suspiro en las piérgulas de antes.
Algo pasaría en ese paraje ignoto
que ahora se cumple.
Los afiladores traen la muerte
en sus coderas de badana, los niños
ni siquiera se asoman al sol de marzo.
El viajero eres tú
y la desolación escucha tus latidos.
No, no debes volver.

martes, 1 de noviembre de 2011

Puede decirse

Puede decirse que hoy la niebla volvió puntualmente. Más tenue y serena. Apenas un cendal inmóvil acariciando los rostros de los primeros caminantes. La primera niebla de otoño cobrando con caricias de gorrión muerto las gabelas del año, caminando sobre la alfombra de la próxima desolación llegó a la hora precisa. Me susurró las viejas sílabas del secreto que le confié y se disolvió imperceptiblemente en la tibieza de los crisantemos. Huele a hierba silenciosa y a humedad de epitafio en los jirones humosos que ha dejado esparcidos por el suelo.

domingo, 30 de octubre de 2011

¿Qué extraño hilo...?

¿Qué extraño hilo nos mueve la mano para retar al destino con pensamientos de imágenes pasadas que no debieron de ser verdad? Una y otra vez invoco a la memoria, y me devuelve palabras de aromas que voy barnizando en sepia para creérmelas. Y me las creo. Me las creo para intuir un mundo que fuera mejor en la perfecta ignorancia que lo envolvía. El mundo de las escasas lecturas que desconocían la palabra literatura, que era diáfano y posible. El mundo en que yo todavía no tenía adjetivos ni valoraciones ni porcentajes ni nada más allá que un presente simple, trazado con algunas palabras y acotado con la dulzura de gestos conocidos.
Cuando lo dejé atrás, estaba seguro de que permanecería ahí, sólido e inalterable hasta mi regreso. Que me esperaría para acogerme y devolverme el esplendor de la edad presuntuosa. No regresé, pero comencé a invocarlo con palabras sabias y elegantes que aparecían en libros notables. Y ya nunca lo encontré. Se perdió bajo el montón de sílabas y silabeos, tras las revueltas de mis miradas adultas. Aprendí tanto que ya no comprendí nada. Ahora ando retando al destino movido por un hilo del pasado que nunca volverá a ser verdad. Un hilo que también se romperá.

lunes, 24 de octubre de 2011

Otoño

En Platadilla el nogal se ha dado cuenta al fin de que es otoño. Ha dejado caer con desgana unas hojas y ha señalado el lugar donde yacerá la luz de noviembre. Después, con un gemido, interminable ha movido las ramas más altas al lento compás de un vals interminable. Ha soltado las primeras nueces. La tarde vuelve a ser roja y lenta entre las zarzas que acechan la carretera.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿Y si me equivoqué?

¿Y si me equivoqué? Si cuando te declaré mi amor, mi pasión mayúscula, sólo me precipité y con ello te impedí encontrar el tuyo, el verdadero, ese que llaman eterno, verdadero, ¿cómo podré deshacer el error? Y qué, si lo que te propuse no era una pasión sino la impaciencia ante el fin de un plazo, de un plazo impuesto por la fuerza de la costumbre general y ajena. Y qué, si te estafé la risa del placer, el abandono de la felicidad total, la médula de tu vida, a cambio de un sucedáneo de vida en pareja. Eso sí, un sucedáneo debidamente equipado de facturas, mocos, zozobras, privaciones e inseguridades que no figuraban en ningún catálogo amoroso. Entonces, qué.
¿Lo solucionaré con palabras de disculpa a destiempo? ¿Qué valdrá tanto que pague los verdaderos besos perdidos? ¿y los no verdaderos compartidos? ¿Habrá sacrificio más inútil e irreversible que el de tratar las ilusiones adolescentes quebradas? ¿o lo solucionaré desapareciendo simplemente? ¿simplemente otorgándole esa imposible nueva oporunidad?

martes, 11 de octubre de 2011

CONFLICTO, CONFLICTO!!

Se veía venir. Mejor dicho, me dijeron que se veía venir, aunque yo no me di cuenta hasta que ayer, intempestivamente fui requerido por César Valle y otro bloguero, denominado El Propio, para que manifestara públicamente que les había usurpado amigos y conocidos, y hasta experiencias que transcribía como propias. Y añadieron un largo etcétera de improperios y un reto a demostrar claramente de quién son los amigos, las identidades y los conocimientos.
Lo que hago saber porque es probable que en algún momento veáis vuestro nombre escrito en este blog, para demostrar que vuestra amistad me avala frente a estos individuos. De no querer figurar con nombres, apellidos y señas particulares, privadas y controvertidas, hacédmelo saber y comprenderé vuestra actitud. es razonable y por tanto no os volveré a dirigir la palabra.
Comprendedme, esta es una cuestión de honor, algo tan tremendo como si alguna vez me hubieran pillando negociando en una gasolinera o pagando putas de lujo con una visa oro a cargo de vuestros desvelos: Luis, Graciela, Leo, Fidel, Adrián, Paco, Jesús, Ángel, Palomero, Adolfo, Juan, Mateo, Hel, Javier, Emí, Toño, Alex, Miguel, José, Lane...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Este tunante poeta maestro humanista, Luis Miguel Rabanal, alivio de tostones!

Seguramente no tengo derecho a llamar amigo a ningún poeta, atendiendo al buen nombre de la palabra y a la reputación de los poetas, que en contacto conmigo se degradarían ambas al momento. Seguramente no tengo derecho ni a acercarme a la poesía para no enturbiarla con mis silabeos, con mis gustos, con mi entendimiento. Seguramente. Pero desde hace tiempo me empeño en acercarme a las orillas de los libros de Luis Miguel Rabanal por ver si soy uno de los afortunados a los que sus palabras tocan y curan, de males que no pienso repetir aquí. Me acerco y le llamo maestro, porque en mi ignorancia creo que lo es. Maestro que me lleva por la extraña simetría de sus versos, que me abandona en la infeliz geografía de su Olleir huérfano, que me orienta en la dureza de la insistencia humana en pasiones o en pasajes.
Este poeta es un tunante que cuando me tiene más embobado sacándose rebeliones de la nada y haciéndose melindres con la ira, se gira bruscamente y palabra a palabra construye otro libro para que no me quede más remedio que peregrinar hasta otra nueva orilla. Y entonces me pide parecer, él, el que nunca juzga, me pide parecer sobre versos y renglones para los que no estoy preparado y que nunca llego a comprender. Así que repito enfervorecido sus palabras en público y corro a conjurarme en privado con otros de mi calaña, y lo invocamos en una esquina filosa para que el invierno castigue su nombre con inclemencias sin cuento que le hagan volver miradas de misericordia a los que buscamos su aliento mecánico en tardes de tedio provincial.
Este tunante poeta maestro humanista, Luis Miguel Rabanal, alivio de tostones me descubre un mundo que nunca tuve, me entrega realidades que no poseo y me guía desde el rumor electrónico por empeños que me ofrece tanto como me niega.
Sabed que sólo él posee horas propias en los dominios nocturnos del tiempo, dominios que no puede reconocer abiertamente salvo que quiera perderlos. Sabed que en esas horas nos piensa en nuestra correcta dimensión y se apiada de nuestra presencia inútil e impertinente y nos abre la puerta de su república para que nos acojamos a sembrado y creamos propios los poemas que él nos piensa.
¿Dije ya que consiente en ser llamado amigo?

viernes, 30 de septiembre de 2011

PARA EL OFICIO DE VIVIDOR.

¡Qué don de la palabra ni qué...!
Lo único disponible en aquel momento debió de ser el don de la inoportunidad. Siempre fallé las preguntas de la vida cuando se me proponían y, por supuesto, tampoco acerté con sus respuestas.
Únicamente se me ocurrían cosas como ¿A quién se le pueden contar las cosas que nadie quiere oír? o ¿Quién escuchará las bobadas sin importancia del insignificante?
Tampoco tuve el don de los números, que es mucho más adecuado para vestir las mentiras que fabrican los silencios inútiles del fracaso inconfesable. Los números son muy útiles. Son melodía y color y líneas porcentuales y complicaciones de la sabiduría y dominan el mundo y muelen las piedras y doblegan las nubes y acallan los terremotos y aquietan el corazón y endulzan la muerte.
Sólo llegué a hacerme con un saldo de adjetivos que siempre uso a destiempo. Inútiles en el momento justo, poco propicios para el oficio de vividor.
¡Qué don de la palabra ni qué...!

lunes, 26 de septiembre de 2011

AL RUMOR QUE ACUNA LA HIERBA

Un día de estos, al fin, me propondré no leer más, ni comprar un libro que me cuide la sombra al final del brazo. Y no leeré, porque el fracaso también se encarrila por renglones que van de la ignorancia a la fatiga, por raíles de nada y de desidia etiquetados y debidamente contenidos en perfecta geometría bastardilla.
Ese día, que digo y que no llega, dejaré de molestar cada tarde mi exigua biblioteca y permitiré que se extingan los ecos de cada palabra, de cada sílaba, de cada letra. Apagaré mi boca al dictado, mi mano al trazo y mi oído al rumor que acuna la hierba.
Ese día firmaré la página en blanco con que saldo la cuenta y diré al oído de quien me asista el nombre impronunciable del amor, de la pasión, de la calma y de la belleza. Y lo condenaré a recuerdos que ni siquiera sospecha.

martes, 6 de septiembre de 2011

18 minutos.

Ya no quiero despedirme más. Despedirse no tiene sentido si no vas a volver o si no te llevas algún recuerdo. Ahora sé que ya no voy a volver. No tengo de quién despedirme. Y serían pura mierda los dos o tres recuerdos que podría llevarme. Así que ya no voy a despedirme más.
Eso sí, a mi pesar me llevaré unos cuantos olores, y el zumbido de la pedrada aquella que me abolló el parietal derecho; el zumbido que no ha dejado de enloquecerme ni un segundo; el que algunas tardes se mezcla con el gusto herrumbroso de la sangre, que se pega al paladar.
Ya no quiero seguir demorando el momento. No quiero y eso es lo que más me cuesta. Llevo tres horas vestido y armado, he repetido cincuenta y dos veces las consignas y he comprobado de nuevo las conexiones. Saldré ahora mismo. Al mundo le quedan diecisiete minutos.

jueves, 18 de agosto de 2011

ALMAZUELA DE LA PIEDRA.

entre las risas prietas,

hay dos tristes iniciales

con restos de aquella urgencia,

de aquel susto soberano

que escribimos en las piedras

lunes, 8 de agosto de 2011

CALLE DEL POETA LUIS MIGUEL RABANAL.


ALMAZUELA DE EL AMIGO QUE QUISO SER MI AMIGO, Y LO FUE.

"Riello de Omaña:
Queremos compartir con todos vosotros una noticia de última hora.
Hoy en el pleno extraordinario del Ayuntamiento de Riello, ha sido aprobado el nombramiento de una nueva calle, denominada Calle del Poeta Luis Miguel Rabanal, causa que nos llena de felicidad a todos sus vecinos y orgullo por dicha persona".

¡Y ahora qué hago yo con tanta emoción!

viernes, 5 de agosto de 2011

ALMAZUELA DE LOS SIETE AÑOS

Mis bolsillos más tiernos siempre

con un roto de pana oscura en el fondo

abultaban escasos de empeños.


jueves, 4 de agosto de 2011

ALMAZUELA DEL DESAMPARO

Ha cumplido la hora, y en el plazo previsto rindo mis deseos desde este lado de las colinas ignominiosas, desde sus musgos cenicientos te brindo este gesto para decirte, tuya es la cosecha, tuyo todo aquello que sembré en la nada y, por miedo, aré en el viento.

martes, 2 de agosto de 2011

ALMAZUELA DE LA INOCENCIA

Y me vencí por la costumbre

de los años a aplaudir derrotas.

Sin el beso que concluye los cuentos.

César Valle

sábado, 30 de julio de 2011

SONETO ESCASO

SONETO ESCASO

Mica la piedra se llama

y, fuera de toda razón,

muestra alegre un corazón

que ni muere ni se inflama.

Y la piedra, que se llama Mica,

en un alarde de emoción,

brinda al cielo la pasión

que a otro nombre suplica.

"Tu nombre, grabado, me pertenece;

yo no te olvidaré jamás,

en mí estás. Tuya, Mica".

… … … …

jueves, 28 de julio de 2011

SONETO CONTRAHECHO

Siempre me cuesta entender a César Valle, aunque, a veces, sólo me resulta imposible. Y así es en ésta.

SONETO CONTRAHECHO

Tampoco sucederá nada mañana,

ya lo verás. Y tendremos que soportar

otra tarde incandescente en los bordes

de la fecha anodina, que pasa interminable

ante nuestras narices. Y hundiremos

las manos en los bolsillos vacíos

y profundos de la noche. Y volveremos

a asombrarnos con esa moneda

gris, en medio del charco,

que nos ahorra sueños inútiles.

Tampoco sucederá nada mañana,

y te besaré al modo lento

con que adelantamos a los trenes

que caminan a oscuras

por mis sueños sin palabras.

César Valle.

lunes, 25 de julio de 2011

Esto no lo leas.

Esta carta, ahora lo sé, debería haber llegado ya a tus manos antes de que se abatieran sobre mi vida los silencios y antes de que se secaran los charcos hurtados a la infancia, pero no lo hizo. La retuvo, estoy seguro, un revuelo de suspiros, hurtados al latido de los vientos. Y si en este momento la juzgan, silenciosa mente, tus pupilas es porque una apremiante memoria te busca desde su fondo para acomodarte en las dimensiones de una descripción exacta. Te definen: una mirada dañada por tanta insistencia en lograr arrepentimientos ajenos; una sordera sobrevenida por los pulsos perdidos en probables recuerdos; la mudez de tus dedos, amantes sinceros y amarillos de todos los despechos, incluidos los innombrables; el color violáceo de la línea de tu sonrisa recién adquirida; el miedo tibio de tus sueños pulcramente recortados; tu pelo recogido; la cintura perdida en un contorno incierto tu blusa que conquista las miradas que no pretendo.

Esta carta, ya lo ves, pertenece a ese desván donde se embotan las caricias y se rinden las sonrisas al incondicional enero. Nunca te llegará, nunca. Pero has de saber que siempre deseó volar de mi mano a tus pechos y hoy, por fin, esto no lo leas ¿Qué te estaba escribiendo?

sábado, 23 de julio de 2011

Com si algú acaronès la porta.

En esa librería nunca hay libros en catalán, por ejemplo. Y yo no hablo catalán. Nada. Por eso es más inexplicable que en el merodeo de la librería, yo acabara precisamente ante un libro con título en catalán y me decidiera, precisamente, a abrirlo. Pero lo hice, y me engancharon esas palabras en apariencia inocuas:

La fressa va ser mínima. Com si algú acaronés la porta. Es va obrir silenciosamente i una mà enguantada va agafar el pom per dins perquè no fes soroll.

La verdad es que entendí poco, muy poco. O que supuse, más que entendí. Pero aquellas frases me resultaron familiares, antiguas y familiares. Como frases que hubieran dormido en un recoveco de la memoria, resignadas ya a no volver a significar nunca nada. Y despertaron. Despertaron para llevar a mi presencia una realidad que me pertenece, pero de la misma extraña manera que me pertenece el conocimiento atávico que me aportan en la piel o los ojos las herencias de tantos antepasados sin nombre ni historia.

Volví a cerrar el volumen y leí el título Les Veus del Pamano. Y entonces tuve claro que aquello no me sonaba de nada. Ni tampoco conocía a Jaume Cabré que sin duda había encontrado la hebra del hado adecuado que trae los libros indicados al sitio oportuno.

Ahora debo dejar de escribir. No me esperéis durante algún tiempo. Empiezo a leer:

La fressa va ser mínima. Com si algú acaronés…

martes, 19 de julio de 2011

HASTA EL REVERSO DEL MUNDO

Yo ya no salgo de noche.

Han cerrado el bar donde

nos encontrábamos. Sí,

ese donde yo te acechaba

madrugadas completas y tú

ignorabas mi presencia.

Yo ya no salgo de noche

a rellenar copas con

tu nombre, a beber

esa voz tuya que jamás

responde. A repasar

labios perlados de vasos

o sorbos incongruentes

de otras conversaciones o

esos abandonos definitivos

que he fingido en mil

ocasiones.

Yo ya no salgo de noche.

Alguna tarde aguardo

donde el reloj, en esa

farola donde paran las

horas y vienen

retrasos y puntualidades

y citas que nunca me reconocen.

Yo ya no salgo de noche

a amar tu quimera,

y borracho de sueño

pronuncio tu nombre,

pronuncio tu nombre,

pronuncio tu nombre

hasta el reverso del mundo

donde suena

en labios de otro hombre.

domingo, 17 de julio de 2011

Si lo lees, como espero...

Sé que me vas a matar cuando te enteres ¡Me vas a matar!. He perdido el recuerdo, el recuerdo de nuestro único beso. Mío fue el primero, ya lo sabes. Y con la pérdida me ha venido la desgracia de olvidar su verdadera importancia. Una desgracia porque ¿Cómo hablaré ahora de eso con nadie? o ¿De qué hablaré si ya no tengo el recuerdo del beso?. Ese beso era el centro de nuestras conversaciones cada vez que nos encontrábamos. Uno, sólo uno, pero tan nombrado, explicado, recordado que casi llegué a componer con él una larga historia de amor, con sus quiebras, con sus adioses, con sus reencuentros. Creo que llegué a exagerar. Y a ti nunca te pareció mal. Me seguías el hilo de esa historia posible. Disfrutabas tanto como yo.

Ahora ya no sé si fue un beso torpe y fugaz o uno de esos, intensos, interminables. No sé si fue robado, furtivo, de encontronazo, o leve, tímido y lento. No sé a qué me supo. No sé, siquiera, si reinventarlo con palabras sacadas de poemas y esquejes de novela sentimental será igual, si me servirá como aquel para que prendan algunos amores más o florezcan otros besos. Con el recuerdo del beso he perdido todo eso, y a ti también. El beso venía unido a tu nombre, que ahora tampoco recuerdo. Por eso te escribo en este papel que dejo aquí, para que lo leas y dejes tu nombre escrito al pie o me llames al número de teléfono que anoto en el reverso.

Si lo lees, como espero, sé que me vas a matar.

lunes, 11 de julio de 2011

PARA ENTRAR ASÍ, SALVAJEMENTE,

De ESTE FILÓN DE DESAMPAROS

PARA ENTRAR ASÍ, SALVAJEMENTE,

Vaya por delante que yo

no soy poeta.

Y sin embargo fui

condenado a la poesía.

¿El cómo…?

Digamos que

a las 8 de una tarde,

(sin anotación en el calendario)

las palabras

del poeta

sonaron suaves

en el rincón más lastimoso

de la sala, justo a mi lado.

Y no las diferencié

de las otras, corrientes,

adecuadas para murmuraciones.

Vaya por delante que yo

no aprecio la poesía.

Sin decirlo, me has preguntado,

poéticamente,

si yo te amo.

Y no puedo responderte que

mi corazón se ha hecho pedazos,

o que mis dedos sólo

padecen

un vocablo obsesionado;

ni que mis ojos,

por la ausencia

de tu sombra,

hace tiempo que cegaron;

o que mis pies han desandado

los rumbos impensables

de muchos deseos impensados.

¡Si yo te amo!

Seguramente, no.

Creo yo que para entrar así,

salvajemente,

en tu pensamiento…

Dime

¿Cuánto durará lo preguntado?

CÉSAR VALLE

sábado, 9 de julio de 2011

LOS ADIOSES

Uno, que es esencialmente torpe, tardó en comprender que este asunto de la vida no tiene nada de descubrimiento sino mucho de adioses. Y uno, que es infatigablemente torpe, se empeñó en creer que esta derrota llamada vida tiene sus oportunidades. Hasta que uno, que es desalentadoramente torpe, se rindió a la evidencia y cambió su vida por una colección de calendarios (laborales, lectivos, vitales, sentimentales, ambientales...) y una fatiga tristona. Entonces uno, que es irremisiblemente torpe, perdió hasta la fuerza para perder las fuerzas; hasta...
Llegaron sus palabras de Avilés, de Córdoba, de Argentina, de Italia en demanda de palabras mías, sin que uno llegue a comprender muy bien por qué. Así que uno, que es permanentemente torpe, puso una fecha de arranque de otra oportunidad en ese calendario de alientos recién manuscrito y saltó a esta parte de los trazos y las líneas.
Prometo que en breve desearéis. torpes míos, no haberme movido a escribir, Luis, Graciela, Silvia, Isidro...

viernes, 17 de junio de 2011

Ya sólo veinticuatro días.


¡Los dedos se me hacen huéspedes! Y para bien o para mal, ya sólo restan veintidós días. Bien pensé que este plazo no se cumpliría.
Y todo esto mientras fuera fraguan el miedo para expandir la ignorancia.

jueves, 5 de mayo de 2011

FALTAN 65 DÍAS.

Faltan 65 días y esta cuenta atrás, salvo desgracias e imprevistos imperativos (o viceversa), es la buena y definitiva.

jueves, 10 de febrero de 2011

GRACIAS A TI POR ACORDARTE DE MÍ.

¡Qué grande es saberse presente en afectos y aprecios, más grandes que las distancias más grandes, mas duraderos que las fronteras leves del tiempo! Yo hoy me sé así. Y guardaré este instante entre los que no caducan.
¡Obligadamente, Graciela!

Discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo.
Medio pan y un libro

Medio pan y un libro.

Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.


Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?


¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

domingo, 16 de enero de 2011

La voz al teléfono

La voz al teléfono me dijo que se había derrumbado. “El corral de Fuente Fiesta se ha derrumbado”. ¿El corral? Pregunté por pura inercia. “Sí. El corral. El corral de tu padre. Bueno, tuyo. Se ha derrumbado”. Di las gracias por la información, mientras la voz mecánica precisaba “Como una bomba. Se ha derrumbado como si le hubieran puesto una bomba. Como si le hubiera caído una bomba desde el cielo.”

Pulsé en la pantalla dos veces y me senté. Me senté preocupado porque algo me decía que ese derrumbe debía provocar alguna reacción en mí, y no había ninguna. Era el corral de mi padre, el que me había dejado en herencia. Un corral sin uso; un corral de ganado, casi vacío y abandonado, situado al noroeste de la carretera que sube hacia el Teleno; un corral cerrado y que únicamente contenía una vieja cama de pastor derrengada, restos disecados de ramallo, de una poda sin fecha, algunas cuerdas podridas. Toda aquella nada caída. Pero la voz había dicho bien, el corral de mi padre. Me lo dejó, me lo regaló, pero nunca fue mío porque nunca volví a usarlo. Nunca desde hace muchos años. Tantos que ya no recuerdo exactamente cuántos. Pero ese corral siempre estuvo presente en los años que compartí con mi padre (durante una tormenta aterradora, en los fríos diciembres llenos de parideras y nieblas, en los merodeos de lobos invisibles, en los veranos de asfixiantes hedores a requesón rancio y abono en fermento). Cuando se cerró definitivamente el corral a mis sueños y mis enfados, el único que realmente lo padeció fue el Tigre, un mastín, que regresaba inútilmente hasta su puerta. Miraba triste aquel abandono y volvía a casa. Cuando un día no lo vimos volver, estuvimos seguros de que una edad completa había muerto, por simple abandono.

Mientras escribo esto, tengo la sensación insostenible de que el derrumbe de Fuente Fiesta ha sido el modo de despedirse definitivamente que ha tenido mi padre. Algo así como ese gesto fugaz de la mano que se alza un instante en algunos adioses. Me queda el recuerdo, claro; los recuerdos. Pero ya son de esa especie que no nos mantiene sino que nos arrastra. Es el recuerdo del tiempo que nos lleva, del tiempo y sus derrumbes. Mi esperanza la ocuparán ahora algunas zarzas y un bosquecillo de ortigas sobre la ruina de los sueños.

lunes, 3 de enero de 2011

Libro de Requiems. Mauricio Wiessenthal


Pues de un año a otro, me ha acompañado una de las lecturas más agradables que es posible tener entre manos. Este Libro de Requiems de Mauricio Wiessenthal es una auténtica delicia, un viaje intemporal por los lugares de nuestra cultura, muy ignorada, pese a su notoriedad y por los contenidos más sensibles, aquellos que nos hurtan los llamados medios de comunicación, auténticos púlpitos modernos al servicio del comercio libresco.
He tardado en descubrir este nombre y esta escritura, pero ha sido una delicia esa dilación. Ha sido una suerte cruzar con él en las manos este decenio, llevado por la lentitud, la lejanía y la suave melancolía de sus líneas.
Yo lo he disfrutado.

GENTE TRISTE

Hoy he sumado a este lugar el blog de Julia Díez Velázquez, GENTE TRISTE. Seguir la labor de Julia es una suerte y una labor muy grata. Gente triste, cómo ella dice, es una distinción, un honor que condecora a unos pocos que merecen ese calificativo y esa distinción en este mundo de alegría monstruosa, insensible e inútil.